Las heladas negras suceden cuando se combinan la falta de humedad y las bajas temperaturas. Son un fenómeno que puede ser letal para los cultivos productivos, pero también para los ornamentales. En este artículo indagamos en él y damos algunas recomendaciones para proteger tu huerta.
Este año 2022 está siendo terrorífico, hidrológicamente hablando. Las reservas de los embalses andaluces están actualmente al 22,98% de su capacidad, un mínimo histórico en diez años. Las aguas subterráneas también están a su nivel más bajo en octubre de toda la década. Andalucía está seca. Y eso es una pésima noticia. Pero con la llegada del frío, la situación para el sector agrícola podría empeorar.
Algunas personas de tu entorno quizás recuerden la ‘gran helada del 56’, un evento climático que asoló la Península hace 66 años y registró más de dos semanas consecutivas de días con heladas. Entonces se consolidó el concepto de “helada negra”.
Qué es la helada negra
Igual que la Navidad nos sopla el cuello cuando vemos los turrones mucho antes de diciembre, nos quedamos de hielo incluso antes de que entre el invierno. Sin embargo, una helada sucede oficialmente cuando la temperatura del aire se encuentra a 0 °C o por debajo.
Eso sí, hay dos tipos fundamentales:
- Helada blanca: con escarcha. Se combinan el frío y la humedad.
- Helada negra: sin escarcha. Se combinan el frío y la sequía.
La helada negra es mucho más peligrosa para la vegetación porque llega a quemarla. El frío, en un acto de canibalismo climático, congela la savia interna de las plantas hasta crear unos cristales que desgarran sus tejidos, necrosan y se vuelven negras. Normalmente, las pérdidas son irreparables.
Recomendaciones para proteger tu huerta o jardín
Afortunadamente, los modelos de previsión climática son cada vez más precisos, de manera que la primera recomendación que podemos dar es: sigue con atención las predicciones del tiempo para prepararte. Estas son las medidas complementarias:
Conoce tus plantas
La helada negra afecta especialmente a las variedades perennes y a los cultivos de otoño e invierno. Sin embargo, las de hoja caduca están protegidas porque han entrado en fase de hibernación y han reducido la producción de savia.
Riega estratégicamente
Aunque con el frío, el agua tarda más en evaporarse, con sequía la situación cambia. Lo ideal es humedecer el sustrato antes de que la helada se produzca a través del riego por goteo para aportar la humedad que necesita.
Protege las plantas
Las plantas protegidas están más calientes que el cielo despejado y reducen la pérdida de calor por convección. Puedes cubrir el suelo con plástico o materia orgánica (paja).
Evita las labores del suelo
Cuanta más compacta sea la tierra, mejor almacenará el calor. Por eso, labrar en época de heladas no es muy buena idea. Reserva esa tarea para la primavera.
Mantenimiento del riego por goteo en invierno
Aunque en invierno se reduzca el riego, no desaparece. Y como hemos mencionado, en caso de heladas, es importante activarlo antes de que sucedan. Pero en ambos casos, la instalación de suministro de riego por goteo se enfrenta a tres amenazas:
A menor uso, más proliferación de algas, bacterias sedimentos, arenas… dentro del circuito. Para evitarlo, existen herbicidas ecológicos que puedes administrar.
Cuando el agua se congela se expande. Al hacerse más grande y pasar a estado sólido puede dañar el circuito de riego. Por eso, si la predicción del tiempo augura heladas severas, lo más aconsejable es vaciarlo una vez que has terminado de regar. De forma excepcional, también podrías regar con agua caliente: tanto para lograr más irrigación como para preservar la instalación. Y, por último, enterrar parcialmente las mangueras o cubrirlas para protegerlas.
Tanto si decides regar con agua caliente, como si lo haces con agua del tiempo, los sedimentos de cal y magnesio van a amenazar la supervivencia de tu sistema. Pero si aplicas agua caliente, más. A medida que crece la temperatura del agua, crecen los depósitos de cal.
El agua es un bien escaso. Cuidarla es imperativo
El riego por goteo es el sistema más eficiente que existe actualmente. De hecho, alcanza un 90% de eficiencia frente a otros, como el riego por aspersión o por inundación. Además, puede durar en perfectas condiciones durante muchos años, pero si queremos que conserve su eficiencia, prevenir obstrucciones y averías, exige mantenimiento. Y para eso, un descalcificador es una inversión más que justificada.
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